El lejano recuerdo de aquel 22-J

22 de junio de 2017 | Liga 1,2,3 | Toni Cruz

Ninguno de los jugadores de la expedición del ascenso de Las Palmas del que se cumplen hoy tres años sigue en el club. El impulso de aquella épica gesta se perdió

Ningún cordobesista olvidará lo que pasó tal día como hoy hace tres años. El equipo dirigido por Albert Ferrer se presentaba en el estadio de Gran Canaria con un intranquilizador 0-0 y comenzó haciendo buenos los pronósticos que le hacían víctima propiciatoria jugando mucho peor que una poderosa Unión Deportiva Las Palmas. El gol de Apoño en el 47’ refrendó el mejor juego de los amarillos ante un rival que apenas inquietaba la meta de Barbosa.

Pero cuando apenas quedaba un minuto para el final del encuentro el mundo empezó a girar al revés. Una invasión de campo de un puñado de aficionados canarios; la valiente decisión del árbitro murciano Sánchez Martínez (hoy en Primera) de reanudar el juego para disputar el final cuando lo más sencillo hubiera sido dar el partido por concluido; el centro de Pelayo al área –un Pelayo que pudo no haber jugado por sus problemas físicos-, el remate en semifallo de Raúl Bravo –luego maltratado deportivamente por el propio Ferrer- y el toque sutil de Uli Dávila –el fichaje estrella que hasta ese momento apenas había brillado a borbotones- ante la impotente mirada de Deivid, el hoy capitán del Córdoba y entonces central de Las Palmas.

Aquel gol en el 93’ significó el retorno 43 años después del Córdoba a Primera. Una gesta que se festejó como se merecía en las Canarias y en Córdoba y que dio paso a la peor gestión que se recuerde en estos lares en décadas. Porque la construcción de la plantilla del retorno fue deficitaria y no tuvo en cuenta criterios emocionales ni deportivos y porque, lo que aún resulta más incomprensible, cuando tras el descenso todo apuntaba a un rápido retorno no se decidió invertir un poco más para haber repetido la gloria.

De los dieciocho que Ferrer se llevó a Gran Canaria hoy no queda nadie en el club. Es más de todos los que formaron parte de aquella plantilla apenas sobreviven Luso, Caballero y Samu de los Reyes. Un cambio de caras y de cromos en apenas tres años que refleja los vaivenes de una entidad que se montó en un tren para el que no tenía billete y que luego ni disfrutó del viaje, ni aprendió, ni sacó partido.

En todo caso, el recuerdo no lo mancha el presente y, en consecuencia, hoy el cordobesismo volverá a revivir ese centro, ese remate en semifallo y ese sutil toque de Uli Dávila. Y todas las lágrimas de alegría contenidas en 42 años que se derramaron ese domingo.